Desde que somos muy pequeños, aparecen los miedos. Puede ser a la oscuridad, a los monstruos, a quedarnos solos o a los ruidos fuertes. Desde la primera infancia los miedos nos van acompañando en el desarrollo, cambiando de forma y de intensidad; estos son los llamados miedos evolutivos, lo que aparecen por norma general a determinadas edades y van desaparecido a medida que crecemos. Estos miedos son saludables, ya que nos ayudan a aprender sobre cómo afrontar ciertas situaciones estresantes con las que, sin duda, nos seguiremos topando el resto de nuestra vida.
Pero ¿cómo sabemos si el miedo de nuestros pequeños es adaptativo o no lo es? Para ello, podemos fijarnos en determinadas señales que nos darán una pista de si el miedo que siente ha perdido su utilidad y puede empezar a llamarse fobia: es desproporcionado, tanto el miedo como las reacciones que genera o es desadaptado, es decir, produce una respuesta en los pequeños que les produce un elevado malestar, preocupaciones o síntomas desagradables.
Por suerte, aunque los miedos infantiles son muy frecuentes y esperables en la infancia los miedos desproporcionados y desadaptativos son mucho menos habituales.
Cristina Elosegui, psicóloga